Cuando tenía diez años se topó por las calles con un gato de esos que todos conocemos y visto; raquítico, con los ojos que no dan más, prácticamente un moribundo rumiando por doquier, con el pelo enmarañado, marchito.
No pudo obviarlo, la piedad de los diez años no perdona y menos aún la inocencia. Lo llevó a casa con tal ternura que pareciera topar con la dulzura. La madre lo retó por tal torpeza. ¿Cómo ocurríasele llevar un despojo a casa? Obligó al niño a tirarlo por la terraza. El infeliz gato murió al caer. Su cadáver apestaba luego de un par de días ya que no se puede llegar hasta él gracias a la posición de las casas de la colonia que habitan.
Entonces, todos tuvimos que soportar el olor fétido que rebosaba, día y noche de entre los escombros de aquella muerte.
-caen mal.
-¿Quiénes?
-las moscas.
Noelia H.
martes, 22 de mayo de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario